CIUDAD DE MÉXICO, México - El envejecimiento de la población es una de las tendencias más significativas en el siglo XXI. Tiene repercusiones importantes y de vastos alcances en todos los aspectos de la sociedad. A escala mundial, cada segundo dos personas cumplen 60 años, es decir, el total anual es de casi 58 millones de personas que llegan a los 60 años. Dado que actualmente una de cada nueve personas tiene 60 o más años de edad, y las proyecciones indican que la proporción será una de cada cinco personas hacia 2050, el envejecimiento de la población es un fenómeno que ya no puede ser ignorado.
En el 2050, las personas mayores de 60 años representarán el 32% de los habitantes del planeta. Por primera vez en la historia, superarán al número de personas jóvenes. ¿Qué desafíos conlleva esta realidad? ¿Cómo abordaremos este escenario sociodemográfico? ¿Qué oportunidades presenta el tener una mayor población de adultos mayores?
Seguridad en el ingreso, acceso a atención de salud de calidad, entornos propicios son solo algunas de las preocupaciones de los adultos mayores. Se contrapone a estas inquietudes que a escala mundial sólo una tercera parte de los países, con un 28% de la población mundial, cuenta con planes integrales de protección social que cubren todos los aspectos de la seguridad social.
Entonces, ¿cómo América Latina y el Caribe asegurará a su población futura? Estudiando, analizando esta realidad e invirtiendo en ella, teniendo en cuenta que un Sistema Nacional de Cuidados es prioritario en esta materia y que debe considerar al cuidado como un derecho universal, independientemente del sexo, edad, recursos y garantizarlo durante toda la vida. “Esto nos desafía a construir información, líneas de base y ver como se distribuye el cuidado y el trabajo”, expresa Valentina Perrota, experta uruguaya, haciendo una lectura de los desafíos que representa la implementación del Consenso de Montevideo, a través de su Guía Operacional. Fue en el marco de la Segunda Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo.
Un aspecto en el que coinciden expertos de Latinoamérica y el Caribe, región en la que recientemente estamos ocupándonos de esta temática, es que la perspectiva de género no se tiene en cuenta al momento de proyectar políticas públicas sobre envejecimiento.
En muchas situaciones, las mujeres de edad suelen ser más vulnerables a la discriminación, además de tener un deficiente acceso al empleo y a la atención de la salud, estar sujetas a malos tratos, a la negación de su derecho a la propiedad, la herencia de bienes, y a la falta de un ingreso básico mínimo y la carencia de medidas de seguridad social. Pero los hombres de edad, particularmente después de su jubilación, también pueden pasar a ser vulnerables debido a que debilitan sus redes de apoyo social y también pueden estar sujetos a malos tratos, en particular en cuestiones financieras. Esas diferencias tienen importantes repercusiones en las políticas públicas y la planificación de programas.
Y si bien las mujeres viven más, lo hacen en peores condiciones. Esto pone en evidencia que la perspectiva de género no sólo debe incorporarse en esta etapa desde las políticas, sino durante todo el ciclo de vida: ya que el envejecimiento es un momento más de este ciclo.
La vejez no debería ser una limitación para que las personas sigan ejerciendo sus derechos, ni un obstáculo para que sigan desarrollando sus actividades. Acertadamente lo afirma Juan Carlos Alfonso, Director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadística y Población de Cuba, cuando dice que “tenemos la concepción de que el envejecimiento es malo, negativo, que hay que terminarlo. Sin embargo, es un triunfo de la vida ante la muerte. Es un logro de nuestras sociedades, es un logro de la vida ante la muerte”.
Texto: Carolina Ravera Castro / Fotos: Organización Panamericana de la Salud.
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