NACIONES UNIDAS, Nueva York - La tendencia mundial hacia la creación de familias más pequeñas refleja que las personas toman decisiones sobre su vida reproductiva y eligen el número de hijos que desean tener y en qué momento. La falta de opciones en este sentido repercute a largo plazo en las tasas de fecundidad, que tienden a ser más altas o más bajas de lo que la mayoría de población realmente quisiera, según refleja el Estado de la Población Mundial 2018, publicado por el UNFPA, la agencia de las Naciones Unidas dedicada a la salud sexual y reproductiva.
Lea el Estado de la Población Mundial 2018
El tamaño de los hogares está estrechamente vinculado con los derechos reproductivos, lo que, a su vez, se relaciona con muchos otros derechos, como el derecho a la salud, a la educación y al empleo. Cuando las personas pueden ejercer sus derechos, tienden a prosperar. Cuando estos se vulneran, las personas no logran alcanzar su pleno desarrollo y, en consecuencia, el desarrollo socioeconómico se ve amenazado, según señala el nuevo informe El poder de decidir: derechos reproductivos y transición demográfica.
«La posibilidad de decidir puede cambiar el mundo -explica la Dra. Natalia Kanem, Directora Ejecutiva del UNFPA, en el prólogo del informe-. Puede mejorar rápidamente el bienestar de las mujeres y las niñas, transformar familias y sociedades, y acelerar el desarrollo mundial».
Por ejemplo, cuando una mujer tiene la posibilidad de evitar o retrasar el embarazo, y dispone de los medios para hacerlo, ejerce un mayor control sobre su salud y puede incorporarse o permanecer en la fuerza de trabajo remunerada y alcanzar su pleno potencial económico.
El informe concluye que ningún país puede afirmar que todos sus ciudadanos disfrutan de sus derechos reproductivos en todo momento. La mayoría de las parejas no pueden tener el número de hijos que anhelan porque carecen del apoyo económico y social necesario para mantener el tamaño de familia que desean o porque carecen de los medios necesarios para planificar los embarazos. La necesidad insatisfecha de anticonceptivos modernos impide que cientos de millones de mujeres puedan elegir formar familias más pequeñas.
A partir de la celebración de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo en 1994, en muchas regiones del mundo se ha avanzado de forma considerable en materia de salud reproductiva y derechos reproductivos. La población conoce mejor tanto sus derechos como opciones y tiene más capacidad para hacerlos valer. «La transición histórica hacia tasas de fecundidad más bajas ha sido motivada por la voluntad de las personas de ejercer su derecho a decidir sobre su vida reproductiva y a elegir el número de hijos que quieren tener y en qué momento», señala el informe. El informe clasifica a todos los países del mundo conforme a la tasa actual de fecundidad de su población.
Asimismo, ofrece recomendaciones concretas acerca de las políticas y los programas que podrían ayudar a cada país a aumentar las opciones reproductivas disponibles.
Con miras a que la libertad de decidir se convierta en una realidad, los Gobiernos han de conceder prioridad a los elementos siguientes: priorizar el acceso a servicios de salud reproductiva de calidad, incluidos los anticonceptivos modernos; garantizar el acceso a una educación de calidad que ofrezca, entre otros aspectos, una educación sexual adecuada a la edad; llevar a cabo campañas encaminadas a transformar las actitudes de los hombres con vistas a que apoyen los derechos y las aspiraciones de las mujeres y las niñas; y ayudar a las parejas a tener más hijos, si así lo desean, al favorecer la conciliación de la vida laboral con la familiar a través de medidas como guarderías asequibles.
«El camino que debemos seguir es el ejercicio pleno de los derechos reproductivos de cada persona y de cada pareja, sin importar dónde o cómo viven ni cuánto ganan -afirma la Dra. Kanem-. Por tanto, debemos eliminar todas las barreras, ya sean económicas, sociales o institucionales, que inhiben el derecho a decidir de manera libre y fundamentada».