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CIUDAD DE MÉXICO, México - Si bien el Consenso de Montevideo cubre todos los temas relevantes de población y desarrollo de América Latina y el Caribe, y constituye la base de una carta de navegación integral y actualizada para el futuro de la acción regional en esa materia, resulta claro que se requiere un conjunto adicional de precisiones para transformarlo en una agenda operativa.

El acuerdo más significativo de la región, en temas de población y desarrollo, hoy se ve fortalecido para asegurar su implementación real y efectiva. El Consenso de Montevideo, y su Guía Operacional, representan la oportunidad para que los gobiernos y las sociedades pasen del compromiso a la acción. Este es el punto medular: las nueve medidas prioritarias identificadas en el Consenso, a partir de ahora tendrán una hoja de ruta para mejorar la calidad de vida de toda la población de América Latina y el Caribe, unas 630 millones de personas, aproximadamente el 8.6% de la población mundial.

Hace dos años en Montevideo se acordó un marco conceptual, “una serie de objetivos en relación a cómo mejorar la vida y el ejercicio de derechos de las personas. Pero este acuerdo de carácter político requiere avanzar en instrumentos que lo bajen a acciones concretas: en efecto, que la gente sienta el impacto de los mismos en su vida cotidiana”, expresó Juan José Calvo, Secretario Técnico de la Comisión Sectorial de Población de Uruguay y quien acompañara este proceso liderado por su país.

Desarrollo sostenible, juventud, envejecimiento, salud sexual y reproductiva, igualdad de género, migración, territorialidad, pueblos indígenas y afrodescendientes son los temas marco del Consenso y a los que se espera que esta guía aporte los elementos necesarios para que los gobiernos, fundamentalmente, tomen las decisiones pertinentes a cada  una de sus realidades.

Las personas, el centro del desarrollo

Esta mirada integradora busca, ante todo, poner a las personas en el centro del desarrollo, que cada una de ellas alcance todo su potencial y viva en igualdad de condiciones y sin discriminación. El Consenso de Montevideo, y su Guía Operacional, es esa llave hacia la construcción de una región más igualitaria, con mayores oportunidades y un mejor nivel de vida para cada uno de sus habitantes. Como por ejemplo, el caso de las y los adolescentes en la comunidad rural de El Cuá, ubicada en la región noreste de Nicaragua, que han decidido formar parte de un movimiento para reducir la violencia y el número de embarazos. La iniciativa es liderada por una brigada de salud compuesta de más de 300 personas, 30 promotores especializados de salud y alrededor de 400 jóvenes voluntarios. 

En la región más desigual del mundo y que enfrenta diversas realidades, este marco pretende convertirse en la brújula en materia de población y desarrollo y brindar respuestas efectivas a cada una de ellas.

No es un reto menor. Si pensamos en las necesidades de algunos países, como por ejemplo, Paraguay, Guatemala, Bolivia y Ecuador que se enfrentan a la oportunidad única del bono demográfico, en tanto que otros como Uruguay, Costa Rica, Cuba, Chile, seguidos por Colombia, deben dar respuesta a un creciente envejecimiento de su población, vemos que la operacionalización del Consenso de Montevideo, y su vínculo con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, es crucial para América Latina y el Caribe como guía y como ruta. Lógicamente, estas realidades diversas exigen respuestas específicas y distintas desde áreas como educación, salud, seguridad social, entre otras.

Latinoamérica: Mucho por hacer

Los países de la región han mostrado resultados, pero aún insuficientes para lograr un bienestar real de la población. Es el caso de Haití (380), Guyana (250), Bolivia (200), Guatemala (140) y Surinam (130) que tienen la razón de más alta de mortalidad materna: un enorme reto que exigirá seguir fortaleciendo la respuesta a las necesidades de planificación familiar, salud sexual y reproductiva y educación de la sexualidad, acorde a datos del UNFPA.

Otro aspecto es que nuestra región tiene una enorme diversidad cultural, lo cual conlleva la ineludible tarea de visibilizar la situación de los pueblos indígenas y su inclusión en las agendas públicas en consonancia con los estándares de derechos internacionales. Sin embargo, la realidad nos muestra que los pueblos indígenas son seis veces más pobres en Panamá y tres veces más en México que el resto de la población. En tanto que la población afrodescendiente, que representa entre el 20% y 30% de la de América Latina, experimenta niveles desproporcionados de pobreza y exclusión social y continúa enfrentando una severa discriminación en todos los órdenes.

Según datos de la CEPAL, los países que tienen la mayor proporción de población viviendo fuera de su territorio son Guayana, Jamaica, Trinidad y Tobago y El Salvador, mientras que en el lado opuesto se encuentran Brasil, Bahamas, Suriname y Argentina, con menos de 3% de población emigrante. Se estima que hacia el año 2010 unos 28.5 millones de latinoamericanos y caribeños vivían fuera de sus países de origen.

A todo esto suma la desigualdad territorial y los rasgos de la alta urbanización junto con el persistente éxodo rural. Tenemos la mayor cantidad de jóvenes en la historia y ellos se concentran en las ciudades en las que encuentran oportunidades, pero también amenazas. Se ven afectados por la inseguridad y la violencia, y su liderazgo muchas veces cobra fuerza ante la adversidad. Es el caso de Viviana, de 26 años de edad, quien vive en el Departamento del Meta, Colombia. "Tenía 14 años cuando mi familia huyó. Llegamos a una nueva ciudad donde pensábamos que podríamos vivir en paz, pero allí también había grupos armados", recuerda al referirse a los paramilitares y al fuerte ambiente de violencia que hubo de superar. 

Gran parte de ellos y ellas reside en las ciudades dado que buscan continuamente oportunidades sociales y económicas, sin embargo, muchos jóvenes residen en zonas marginales con acceso limitado a servicios de salud o educativos. Muchos, no obstante, viven sin estructuras de apoyo, protección, y con alta vulnerabilidad a la violación de sus derechos. Promover y alcanzar su pleno potencial puede ser la diferencia entre capitalizar el dividendo demográfico o tomar un camino poco favorable en términos de desarrollo.

Son cada una de estas oportunidades, cada uno de estos retos, los que el Consenso de Montevideo, en su Guía Operacional, aborda con el objetivo de aportar a una región más igualitaria y equitativa para cada uno de sus habitantes. 

Texto: Carolina Ravera Castro / Fotos: UNFPA LACRO, Hot Sauce.
 

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